martes, 13 de enero de 2009

Palabra de suizo

Esto me ocurrió en Lausanne, Suiza, en octubre de 1995. Y muestra hasta qué punto se puede confiar en una sociedad organizada. Con Miguel, mi amigo y compañero de viaje, recorrimos varias ciudades de Europa en tren, pero había un destino al que se complicaba llegar y si mal no recuerdo no había tren hasta el pueblo mismo, por lo que tarde o temprano íbamos a tener que tomar otro transporte. Decidimos desde antes de iniciar el viaje que alquilaríamos un auto en Lausanne, iríamos hasta Grächen, volveríamos a Lausanne a devolver el auto y desde allí seguiríamos en tren hacia Roma. En ese entonces yo no sabía conducir autos así que él sería el piloto. Llegamos a Lausanne en tren y mientras Miguel se fue caminando a retirar el auto, yo me quedé en la estación cuidando las valijas de ambos. Cuando comencé a aburrirme de la espera y ya que no podía moverme grandes distancias desde el banco donde estaba con todo el equipaje, tomé unos folletos de la pared y los leí. Todos los folletos eran en realidad las tablas de horarios de los trenes de Suiza y creo que también de todo Europa. Primero fue una "ojeada" superficial, pero como Miguel se demoraba (ahora no recuerdo por qué tardaba tanto, pero estimo que era por su "santafénglish", es decir, una mezcla de santafesino mal hablado con inglés mal aprendido), repito, como se demoraba, yo comencé a leer con mayor atención y me propuse encontrar el tren que tomaríamos dos o tres días después cuando regresáramos a Lausanne a devolver el auto y continuáramos rumbo a Italia. Los folletos habían sido impresos varios meses antes y contenían varias tablas de horarios incluyendo los que cambiaban al cambiar las estaciones del año. Creo que estaba el año completo porque tuve que buscar en qué fecha íbamos a viajar. La cuestión es que además de los horarios de llegada y salida de cada tren, había una columna adicional que era el andén y como eso me llamó la atención recuerdo que me dije: "Voy a recordarlo a ver si cuando lo tengamos que tomar respetan el número de andén." Al rato aparece Miguel con un Opel Corsa hermoso, que si no me equivoco aún no existía en Argentina. Cargamos las valijas y salimos rumbo a Grächen. Yo era el copiloto pero casi no tenía idea de cómo llegar ya que teníamos un mapa sin mucho detalle en el que no figuraba este pueblo. Sabíamos que quedaba muy cerca de otro -que ahora no recuerdo el nombre- y que debíamos llegar hasta allí y luego tomar otro camino. Cuando Miguel comenzó a manejar lo único que sabíamos era que para la izquierda íbamos a Portugal y que para la derecha podíamos llegar a China, así más o menos eran nuestros conocimientos del camino. Para sorpresa nuestra, al llegar a la esquina que quedaba para el lado de China, comenzamos a ver carteles indicando cómo hacer para llegar a las principales ciudades de Suiza, es decir, en qué esquina doblar, qué avenida tomar, etc. Cuando avanzamos un poco más y salimos del "centro" de la ciudad las indicaciones ya estaban también marcadas en el piso. ¡Es de no creer! A los pocos minutos ya estábamos confiados de que llegaríamos a cualquier lugar que quisiéramos. Y así fue, llegamos sin ninguna clase de problemas hasta Grächen, que además está como a 1600 metros de altura. Pero al llegar comenzaron los problemas. Como nuestra estadía allí iba a ser de dos días y no había necesidad ni posibilidad de usar auto, Miguel lo dejó estacionado en una cochera. ¡Y con las luces encendidas! El día de la partida yo me quedé en hotel haciendo el check-out y él se fue a buscar el auto. Si hubiera tenido lana y agujas me podría haber tejido un pullover, 12 medias, un cubrecamas y una "mañanita". Como no tenía eso, me comí las uñas hasta la altura de los codos. No sólo no sabía lo que le pasaba que no venía (yo no había ido a la cochera así que no sabía dónde estaba) sino que con semejante demora no íbamos a llegar a tomar el tren en Lausanne ni aunque saliéramos de Grächen con parapente! El viaje de regreso a Lausanne fue un tormenta de ideas para decidir cómo lograríamos tomar el tren: si dejar el auto arriba de las vías delante del tren, si yo me bajaba con el auto en marcha para que él pudiera devolverlo mientras yo armaba un escándalo en la estación para que el tren nos esperara, etc. etc. Finalmente hicimos lo que todo suizo haría: devolver al auto en la agencia, ir a la estación corriendo, correr el tren y tratar de subir. No recuerdo la hora de partida del tren, pero si era por ejemplo 17:18, nosotros llegamos a la puerta de la estación a las 17:15. Para simplificar las cosas, la estación tenía muchas vías y andenes pero todas paralelas a la estación a los que se accedía por un túnel con escaleras diferentes para cada vía. Bajamos las escaleras haciendo surfing sobre las valijas, y ya que no habíamos tenido tiempo de mirar ningún tablero con horarios ni preguntar a nadie cuál era el tren, yo grité: ¡Miguel, subamos por la escalera 5 que el tren sale del andén 5! (ya eran las 17:17 horas). Miguel pretendía preguntar algo a cualquiera que pasaba pero parecía un joven desdichado poseído por el demonio y hablando lenguas muertas. Apenas sabía español, todo lo demás era indescifrable... Ya no había tiempo así que repetí el grito al tiempo que subía por esa escalera y veía un tren estacionado. Cuando llegamos dije: "Nos subimos a este". Cuando terminé de decirlo y de subir al último escalón, el tren arrancó. Cuando pudimos tomar aire y preguntar a dónde iba el tren nos dijeron: "A Roma". ¡Claro! ¡A qué otro lugar iba a ir si a esa hora y en ese andén salían los trenes a Roma! Quiero recalcar el funcionamiento del sistema: un folleto con los horarios y recorridos de todos los trenes de Suiza, impreso con varios meses de anticipación, tenía asignado el número de andén del cual cada tren iba a partir. Gracias a que tuve la oportunidad de leerlo unos días antes, pudimos tomar el tren correcto y seguir nuestro viaje por Europa tal como estaba planeado. ¡ICH LIEBE SWITZERLAND! Miguel: no te enojes, tuve que exagerar un poquito tus inhabilidades con el idioma así el relato quedaba más pintoresco...

2 comentarios:

  1. Ya acompañare fotos del viaje y del bolido slds Miguel

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  2. Mauri de haberte ocurrido lo mismo en Argentina, sabido es que con pasaje a las Cataratas, hubieras subido a un tren con destino Bariloche y para cuando pudieras averiguar a donde ibas, estabas parado en Makinchao 12 horas sin agua ni alimentos. jajaja Tus primos. Flia Santoro.

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