martes, 29 de septiembre de 2009

¡Cómo te debe estar chiflando el moño!

¡Bajate de la carroza Cris, que el carnaval terminó hace rato, y empezá a gobernar!

¡Y tené en cuenta que esto es una encuesta internacional!

Si la hacen aquí (no el INDEC, claro) no llegás ni al 1%…

¡Mamarracho! ¡Cachivache!

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Nota completa en este link (de Clarín, claro): http://www.clarin.com/diario/2009/09/29/um/m-02008739.htm

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Lo que se viene… (III)

Casi no falta nada… ¡pero qué ansiedad!

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σημείο

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sábado, 26 de septiembre de 2009

La Argentina Insolente

Hace unos días atrás un colega del trabajo me envió un artículo del Dr. Mario Rosen que ahora quiero compartir con ustedes. Me parece que explica gran parte de lo que nos sucede.
Además me gustó, sobre todo porque mi opinión concuerda casi en el 100% de lo que dice el mismo.
En estos últimos dos o tres días en Buenos Aires han estado sucediendo cosas que en cualquier parte del mundo deben resultar increíbles, ¡y eso que ocurre cada cosa en otros lugares...!
Creo que el artículo que sigue encaja perfectamente con en esas situaciones, dos de las cuales son ejemplos perfectos del comportamiento delictivo en el que termina la insolencia que menciona el Dr. Rosen: uno es el caso de la jueza que no sólo se negó a pagar la multa que le hicieron esta semana sino que no ha pagado ninguna de las 21 infracciones que tiene registradas (¿alguien duda de que debe cometer unas 20 más por día que no se detectan?). Además insultó a quienes la atendían, amenazó, discriminó y contaminó la pantalla y nuestras retinas con una cara de bruja hedionda y amargada que la hace parecer aún más delincuente de lo que es (se parece a discriminación y prejuicio de mi parte, pero sólo es bronca). Repito, por si no quedó claro: es una delincuente.
El otro caso fue la toma de la planta de la ex-Terrabusi (nótese que no estoy hablando de la liberación de la planta, sino del accionar de los delincuentes que la tomaron) y los innumerables cortes de calles y rutas de gente que no tiene nada que hacer, que no sabe por qué está protestando, que lo único que hace es molestar al prójimo, faltar el respeto, obstaculizar la justicia y la ley, y dar un pésimo ejemplo de buena educación y conducta a sus hijos o a los de los demás, etc. etc. ¿Alguien duda de que actúan como delincuentes?
Bueno, no sigo desparramando veneno... Mejor los dejo con el artículo.
Si pusieron el agua para el mate, vayan a sacarla del fuego porque es un poco extenso. Pero no se arrepientan de leerlo... es muy recomendable.
Como diría la "Boluda Total" de "Inutilísima"... espero que les guste y que lo practiquen...

La Argentina Insolente

En mi casa me enseñaron bien.

Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:

Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.

Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papá y mamá.

Y esta regla se cumplía en ese estricto orden. Una exigencia de mamá, que nadie discutía... Ni siquiera papá. Astuta la vieja, porque así nos mantenía a raya con la simple amenaza: “Ya van a ver cuando llegue papá”. Porque las mamás estaban en su casa. Porque todos los papás salían a trabajar... Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás volvían a su casa.

No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue. El respeto por la Autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas.

Usted probablemente dirá que ya desde chiquito yo era un sometido, un cobarde conformista o, si prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar. Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas.. Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.

Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y

consistentes como eran “lavarse las manos antes de sentarse a la mesa” o “escuchar cuando los mayores hablan”.

Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran. No había diferencias. Éramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera.

Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié “las reglas” mediante el sano y excitante proceso de la “travesura” que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. Siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente..

La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental. No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables. No me diga, uno así vive en un mundo predecible.

El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto las travesuras no eran acumulativas. Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal castigo.

Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir.

Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi casa. Pero no. Me enseñaron bien, pero estaba todo mal. Lenta y dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había “travesuras” sin “castigo”, y una enorme cantidad de “reglas” que no se cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido (o un boludo, si me lo permite).

El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas para arriba.

Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: "la impunidad". ¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad. En mi casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero también había piedad.

Le explicaré: Justicia, porque “el que las hace las paga”. Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato.

Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa.

Y así creí que sería en la vida. Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara. En mi casa había una “Tercera Regla” no escrita y, como todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado. Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:

Regla N° 3: No sea insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase responsable, y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su lugar.

Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo. Eso es lo que nos arruinó.. LA INSOLENCIA. Usted puede romper una regla -es su riesgo- pero si alguien le llama la atención o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable. Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son travesuras que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad plagada de insolentes. La insolencia de romper la regla, sentirse un vivo, e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar. Así no hay remedio.

El mal de los Argentinos es la insolencia. La insolencia está compuesta de petulancia, descaro y desvergüenza. La insolencia hace un culto de cuatro principios:

- Pretender saberlo todo

- Tener razón hasta morir

- No escuchar

- Tú me importas, sólo si me sirves.

La insolencia en mi país admite que la gente se muera de hambre y que los niños no tengan salud ni educación. La insolencia en mi país logra que los que no pueden trabajar cobren un subsidio proveniente de los impuestos que pagan los que sí pueden trabajar (muy justo), pero los que no pueden trabajar, al mismo tiempo cierran los caminos y no dejan trabajar a los que sí pueden trabajar para aportar con sus impuestos a aquéllos que, insolentemente, les impiden trabajar. Léalo otra vez, porque parece mentira.

Así nos vamos a quedar sin trabajo todos.

Porque a la insolencia no le importa, es pequeña, ignorante y arrogante.

Bueno, y así están las cosas. Ah, me olvidaba, ¿Las reglas sagradas de mi casa serían las mismas que en la suya? Qué interesante. ¿Usted sabe que demasiada gente me ha dicho que ésas eran también las reglas en sus casas?

Tanta gente me lo confirmó que llegué a la conclusión que somos una inmensa mayoría. Y entonces me pregunto, si somos tantos, ¿por qué nos acostumbramos tan fácilmente a los atropellos de los insolentes? Yo se lo voy a contestar.

PORQUE ES MÁS CÓMODO, y uno se acostumbra a cualquier cosa, para no tener que hacerse responsable. Porque hacerse responsable es tomar un compromiso y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado, o criticado. Además, aunque somos una inmensa mayoría, no sirve para nada, ellos son pocos pero muy bien organizados. Sin embargo, yo quiero saber cuántos somos los que estamos dispuestos a respetar estas reglas.

Le propongo que hagamos algo para identificarnos entre nosotros. No tire papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un tacho de basura. Si no hay un tacho de basura, llévelo con usted hasta que lo encuentre. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted y cumpla con la regla 1. No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel.

Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla.

Si es un automovilista, respete los semáforos y respete los derechos del peatón. Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.

Todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA. Yo creo que la insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad individual. Creo que la grandeza de una nación comienza por aprender a mantenerla limpia y ordenada.

Si todos somos capaces de hacer esto, seremos capaces de hacer cualquier cosa.

Porque hay que aprender a hacerlo todos los días. Ése es el desafío.

Los insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el tiempo. Nuestro país está condenado: O aprende a cargar con la disciplina o cargará siempre con el arrepentimiento.

¿A USTED QUÉ LE PARECE? ¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE ?

Espero no haber sido insolente.. En ese caso, disculpe.

Dr. Mario Rosen

El Dr. Mario A. Rosen es médico, educador, escritor, y empresario exitoso. Tiene 63 años. Socio fundador de Escuela de Vida, Columbia Training System, y Dr. Rosen & Asociados. Desde hace 15 años coordina grupos de entrenamiento en Educación Responsable para el Adulto. Ha coordinado estos cursos en Neuquén, Córdoba, Tucumán, Rosario, Santa Fe, Bahía Blanca y en Centro América. Médico residente y Becario en Investigación clínica del Consejo Nacional de Residencias Médicas (UBA). Premio Mezzadra de la Facultad de Ciencias Médicas al mejor trabajo de investigación (UBA). Concurrió a cursos de perfeccionamiento y actualización en conducta humana en EEUU y Europa. Invitado a coordinar cursos de motivación en Amway y Essen Argentina, Dealers de Movicom Bellsouth, EPSA, Alico Seguros, Nature, Laboratorios Parke Davis, Melaleuka Argentina, BASF.

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sábado, 19 de septiembre de 2009

Lo que se viene…

Necesitaba un cambio en mi vida, y se está por producir.

Muy pronto habrá novedades…

Nota por las dudas: el de la foto NO soy yo.

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miércoles, 16 de septiembre de 2009

¡Sunescán... daluna buso! *

Esta semana estuve en Villa Mercedes, provincia de San Luis, donde se es una hora más joven que en el resto del país (hasta que uno vuelve a su lugar de origen, claro). Fui por trabajo y por sólo un día, aunque el ida y vuelta me tomó casi dos. Y eso que evalué las alternativas de transporte y elegí el aéreo. Varios fueron los factores que me llevaron a tomar la tan estudiada decisión: viajar en micro insume muchas horas (ya lo hice anteriormente) y si uno no quiere perder horas del día, debe hacerlo por la noche y dormir en el viaje. Ese es mi problema, no puedo dormir si no estoy a 180° con respecto al nivel del mar. Otro asunto que no es de menor importancia es el tamaño de los asientos, más precisamente su ancho. En este tipo de micros el ancho es un poco mayor que la media. Pero, ¿quién dijo que mi diámetro se acerca a la media de la humanidad? No es un ítem crítico, pero como me gusta dormir de costado y moverme bastante, los asientos de los micros no me resultan cómodos para dormir. En conclusión, mientras todos "roncan" (por todos los orificios disponibles) yo doy vueltas y cuando llego a destino estoy más cansado que si hubiera ido caminando al lado del micro. Otro factor muy importante, en realidad ya mencionado en el párrafo anterior, es la duración total del viaje. En avión son unas dos horas y media, es bastante poco comparado con el viaje por tierra. Y aunque viajar en avión implica llegar al aeropuerto con anticipación, por ser un vuelo doméstico no es tan grave este punto. El horario de llegada del vuelo a Villa Mercedes es otro factor a considerar, ya que mientras el micro llega como a las 4 am, el avión aterriza a las 8.15 hs. En fin, la suma de todo lo anterior y el agregado de mi "nivel socio-economico" (el de la empresa que me lo paga, en realidad, para ser más preciso en el comentario), hicieron que optara por el avión... ¡Mein Gott! (esto es por si algún alemán lee el blog) ¡Cuán azarosa es la vida! ¡Cuán equivocadas pueden resultar las decisiones humanas! 20 pasajeros... 2 tripulantes... 2 alas... 2 hélices (!!!!)... 2 puertas... y todo eso en 5 metros de largo. El ingreso se hacía por una puerta que, al abrirse hacia abajo dejaba al descubierto su interior que era una escalera de 4 escalones. No llegaba al piso... Cuando me tocó el turno de subir, me dije... "Uy... me parece que cuando pise el primer escalón... ¡el avión se da vuelta!" Afortunadamente no sucedió. Fue sólo una mala percepción de mi frondosa imaginación. Una vez adentro el panorama no mejoró. Casi había que entrar en cuatro patas porque el interior de la cabina no era más alto que el baúl de un Fitito. El avance también se veía complicado porque mis dos hombros iban encontrando resistencia en los asientos (imaginen el ancho del pasillo central). Y a cada lado del pasillo, una fila de asientos... como los de salita celeste de jardín de infantes pero con cinturón de seguridad ¡como si una vez adentro hubiera la más mínima posibilidad de que los pasajeros se desplazaran con algún movimiento brusco del "espacioso" bimotor! Pero ¡basta, che!... no es cuestión de quejarse por todo... Ahora tengo un par de espaciosas riñoneras para llevar toda clase de accesorios. Y las tengo incorporadas en mi cuerpo... a la altura de los riñones... gracias a las dos rodillas del que iba en el asiento de atrás. Y además ahora sé cómo se siente una sardina dentro de la lata... * "¡Es un escándalo! ¡Un abuso", palabras pronunciadas por la madre de Mafalda, la protagonista de la historieta de Quino. .

sábado, 12 de septiembre de 2009

A E I O U

La famosa escritora española Lucía Echevarría, ganadora del Premio Planeta, dijo en una entrevista, que "murciélago" era la única palabra en el idioma español que contenía las cinco vocales.

Un lector, José Fernando Blanco Sánchez, envió la siguiente carta al periódico ABC, para ampliar su conocimiento.

Carta al director del diario ABC:
Acabo de ver en la televisión estatal a Lucía Echevarría diciendo que "murciélago" es la única palabra en el idioma español que contiene las cinco vocales.

Mi estimada señora, piense un poco y controle su "euforia".
Un "arquitecto" "escuálido" llamado "Aurelio" o "Eulalio" dice que lo más "auténtico" es tener un "abuelito" que lleve un traje "reticulado" y siga el "arquetipo" de aquel viejo "reumático" y "repudiado" que "consiguiera" en su tiempo ser "esquilado" por un "comunicante", que cometía "adulterio" con una "encubridora" cerca del "estanquillo", sin usar "estimulador".

Señora escritora, si el "peliagudo" "enunciado" de la "ecuación" la deja "irresoluta", olvide su "menstruación" y piense de modo "jerárquico".
No se atragante con esta "perturbación", que no va con su "milonguera" y "meticulosa" "educación".

Y repita conmigo, como diría Cantinflas:
¡Lo que es la falta de ignorancia!

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sábado, 5 de septiembre de 2009

Una semana con “ticos”

Estoy de regreso. Ya estoy nuevamente en casa.

Fue otra semana de trabajo en el exterior, luego de unos 5-6 meses sin viajar. Y otra vez fue Costa Rica.

Vean una muestra del sacrificio que experimenté…

Teatro Nacional, en San José:

Costa Rica - Septiembre 2009 053

Vista desde la ventana de mi habitación de hotel, en San Antonio de Belén:

Costa Rica - Septiembre 2009 005 

Otra vista desde la misma ventana…

Costa Rica - Septiembre 2009 001


Otra más:Costa Rica - Septiembre 2009 006

Lobby del hotel:

Costa Rica - Septiembre 2009 011

Capilla en el parque del hotel:

Costa Rica - Septiembre 2009 023

 

Zona de piscina del hotel:

Costa Rica - Septiembre 2009 028

Patio interno del hotel:

Costa Rica - Septiembre 2009 031

Calle en el centro de San José:

Costa Rica - Septiembre 2009 039

Catedral Metropolitana:

Costa Rica - Septiembre 2009 042

Parque Central, frente a la Catedral:

Costa Rica - Septiembre 2009 044

Teatro Popular Melico Salazar:

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Hablando en serio, fue una semana de trabajo duro: desde las 9 am hasta las 7 pm en la planta (en Heredia), luego cena en el hotel y entonces a descansar para salir al trabajo nuevamente al día siguiente.

Allí me encontré con gente de Perú, Brasil, Venezuela, USA, México y por supuesto, Costa Rica. Pasamos una semana muy entretenida. Afortunadamente todos ellos eran gente muy alegre, de buen humor y dispuesta a divertirse aún mientras trabajaba.

Como es normal en la zona del valle central de Costa Rica, casi todo el año hace calor y en esta época llueve a diario. Menos mal que existe el aire acondicionado…

La única oportunidad de hacer turismo fue el último día antes de tomar el vuelo de regreso. Fui un par de horas a San José, caminé por las calles principales del centro, hice algunas compras de pequeños suvenires (todo es bastante caro para nosotros los que cobramos en pesos argentinos) y tomé las fotografías que vieron más arriba. Hay algunas otras más personales, pero esas no las verán aquí.

San José es una ciudad sencilla, modesta, con algunos vestigios de arquitectura colonial española pero no mucho. Básicamente se la ve como una ciudad humilde y no demasiado vistosa, salvo por algunos puntos específicos. El turismo de Costa Rica no se basa en ciudades sino en playas, selvas, volcanes, montañas, ríos... Hay que contratar excursiones y disfrutar de la naturaleza. Si hay que definir el paisaje general (incluyendo las urbanizaciones) en base a colores hay que comenzar por fijar un mínimo de 95% verde, el otro 5% dividido entre el resto de los colores del espectro visible. Todo lo que se ve es verde. Hay muchísima vegetación en todos lados y eso hace un paisaje muy agradable aún cuando uno sólo lo esté mirando y no haga otra cosa más comprometida que esa.

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