miércoles, 4 de febrero de 2009

Sin repetir y sin soplar...

Foto: calle de Santa Rosa, localidad cercana a Barquisimeto (Venezuela). Ayer lunes fue feriado obligatorio y sorpresivo. No pudimos trabajar ni hacer lo que vine a hacer. Al mediodía tarde salimos con mi amiga y su hermana a almorzar, pero no encontrábamos donde hacerlo porque casi todo estaba cerrado. Luego de unas cuantas vueltas entramos en un pequeño restaurant. El aspecto no era malo pero era extraño. A primera vista no podía comprender si era una fonda con aspiraciones de restaurant de Puerto Madero, o un restaurant caro pero de aspecto sencillo, o cualquier combinación entre medio de esos extremos. Ya eran más de las dos de la tarde y yo bramaba de hambre. La atención fue desde el comienzo bastante lenta, casi como que nos atendían porque no tenían otra cosa para hacer, no ponían mucho esfuerzo. Después me enteré que es algo común en Venezuela, no hay mucho espíritu de servicio: "si no te gusta, hacételo vos..." Luego de recibir una copa de agua fresca (que estuvo bastante oportuna, hay que reconocerlo) debimos esperar varios minutos para tener la oportunidad de que pasara alguien cerca y poder llamarlo: - ¿Nos puede traer la carta? le dijo mi amiga a un mozo. - Enseguida... (respondió casi desde adentro de la cocina). A los pocos minutos se acerca otro vestido de maître, se paró al lado de la mesa y comenzó: - De entradas tenemos: ensalada de lechugas con... bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla... Iba por la décimotercera ensalada y yo comencé a tentarme. El tipo recitaba una por una todas las entradas con ingredientes y forma de servir el plato. Cuando terminó con las entradas, tomó un poco de aire y siguió con los platos principales, haciendo unas breves pausas para separarlos por categorías tales como carnes, pastas, etc. Esta "carta parlante" casi no respiraba entre plato y plato. Era como tomar un menú y comenzar a leerlo en voz alta, rápido, sin respirar... Cuando terminó, nos miró esperando que le dijéramos qué platos queríamos. Yo pensaba: ¿cómo se hará para rebobinar? ¿habrá que apretarle el huevo izquierdo? Obvio que lo primero que uno puede hacer es decirle que quiere el último plato que mencionó... ¡es imposible recordar todo lo que dijo! Tampoco se puede comparar entre platos y por supuesto tampoco se ven los precios... Entre los tres mencionábamos cosas que habíamos escuchado y tratábamos de armar platos: lechuga a la napolitana... ensalada de ravioles y cebolla... omelette de arroz con leche y cosas por el estilo. Teníamos tanto hambre que comimos cualquier cosa. No estuvo mal, pero tampoco quedé conforme con la selección de mis comidas. En fin, no tenía opciones, no había otro lugar donde comer y eran más de las tres de la tarde. Ya saben, si vienen por Venezuela, no pidan la carta... al menos en este restaurant. Salvo que se quieran divertir. Ah... lo lamento, no sé cómo se llama el lugar.

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