jueves, 16 de julio de 2009

Traviata, Manón y otras delicias (*)

La ópera es un género musical complejo desde su concepción ya que como mínimo hay que coordinar dos elementos: la música y el libreto. Si bien algunas obras fueron compuestas por una misma persona haciendo de músico y libretista, lo más común es que esos roles recaigan en personas diferentes y eso hace que sea más complejo el trabajo al momento de congeniar ambas creaciones.
Las restantes complejidades de la ópera vienen de la mano de la puesta en escena: crear escenografías, coreografías (de bailes o simplemente de movimiento de personas sobre el escenario), iluminación, ensayos de muchas personas (cantantes solistas, coros, orquesta, utileros, iluminadores, etc., etc.
La ópera no sólo es un arte complicado de crear, es también un espectáculo complejo de apreciar. Por supuesto, a uno tiene que gustarle y estar dispuesto a escuchar música cantada durante un tiempo considerable que por lo general promedia las dos o tres horas para la mayoría de las óperas "clásicas". Aunque por supuesto, hay algunas más breves y varias más extensas que eso.
Hay que considerar también que ese canto y esa música tienen un argumento que se desarrolla a la largo de toda la ópera, no es una simple sucesión de canciones como en un concierto de una banda de rock. Y eso implica un grado de concentración algo más importante para seguir y atender el espectáculo como el mismo se merece.
La ventaja que puedo enunciar a favor de la ópera (si es que tuviera que convencerlos de que la disfruten) y que ayuda a "aguantar" su extensión, es que por lo general incluye entretenimientos adicionales como baile, además de por supuesto, la actuación simultánea de los artistas sobre el escenario: la ópera es teatro cantado y por eso hay personas, vestuario, iluminación, escenografía, utilería, efectos especiales y toda clase de trucos destinados a hacer de ella un espectáculo sólo comparable con las modernas comedias musicales.
Como podrán suponer quienes no saben quién soy, soy un fanático de la ópera. Ahora estoy un poco retirado de ese "ambiente" pero años atrás disfrutaba bastante de ella, casi siempre en el Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires.
La primera ópera que vi en persona (y fue en ese teatro) fue Faust de Gounod. No es una de las más sencillas para iniciarse en este rubro, pero la puesta en escena fue tan impactante que no me quedaron dudas que no sería la última vez que fuera a ver una.
En ese momento el Teatro Colón estaba inaugurando, justamente con esa obra, la nueva maquinaria escénica que habían terminado de instalar (el escenario había estado cerrado por muchos meses y sólo se presentaban algunos conciertos sólo de orquesta en el foso u otras obras que no necesitaran la totalidad del escenario para presentarse).
Como estrenaban "chiche" nuevo pusieron toda "la carne al asador" y el espectáculo fue deslumbrante: casi todas las diferentes escenografías eran cambiadas a telón abierto, a la vista del público, sin interrumpir la ópera, con lo que uno veía cómo se transformaba una escena en otra sin aparente intervención humana. Realmente ¡todo un espectáculo!
La ópera completa, incluyendo un par de intervalos duraba cuatro horas, lo suficiente para que no te quedaran ganas de más ópera por al menos... una semana. Y sí... con ese comienzo estaba ávido de más... de mucho más.
A partir de entonces y durante varios años presencié varias óperas y de todos los estilos. Todas me gustaron, pero por supuesto algunas mucho más que otras. Entre las que más me impactaron (cada una por diferentes motivos) están: Aida (G. Verdi), Nabucco (también de Verdi), Ascenso y Caída de la Ciudad de Mahagonny (K. Weil), Il Trovatore (G. Verdi) y Cavalleria Rusticana (P. Mascagni).
Como fanático que soy, todas ellas están en mis discoteca personal, junto a muchas otras más. Entre CDs y DVDs tengo unas 50 grabaciones de óperas completas. Y sí, por si se lo están preguntando, las he escuchado a todas, enteras, y más de una vez.
Justamente hace pocos días escuché en casa una de mis preferidas: Mefistofele, de Arrigo Boito, que trata el mismo tema que la primera ópera que vi en mi vida... la historia de Fausto, del famoso escritor Goethe.
Mefistofele no es una ópera demasiado extensa (apenas supera las dos horas) pero tiene dos características que la hacen ideal para enganchar adeptos aún no iniciados en este complicado arte de apreciar la ópera: tiene mucha participación del coro (incluso de niños) y una música relativamente accesible, con mucha trompeta y muchos crescendos. Estos dos últimos elementos son fundamentales para crear ese tipo de música que te acelera el pulso, la respiración y te pone la "piel de gallina".
Desde el comienzo, la música te transporta constantemente entre el Infierno y el Paraíso y encima, como toda obra altamente exitosa, termina bien, con el protagonista yéndose al Paraíso y Mefistofele chillando de bronca... ¡para alquilar balcones!
Háganme caso, si alguna vez se animan, escuchen un poco de esta ópera. O si no, si prefieren un drama familiar italiano, con adulterio, envidia, rencor, peleas familiares y de amantes y final con drama pasional, incluyendo asesinato... escuchen y vean Cavalleria Rusticana, una ópera muy corta (menos de una hora) con una música sublime y un argumento digno de programa de TV de chimentos.
Si nunca la escucharon por su nombre quizá hayan escuchado las partes más dramáticas si vieron el filme "El Padrino III". El final de la ópera, lamentablemente un poco mutilado en esa película, se ve justamente cuando la familia va al teatro y terminan matando a una de las protagonistas en la escalera exterior del mismo. Una de las genialidades de esa película es justamente el paralelismo de su argumento con el de la ópera de Mascagni y la mezcla de escenas que la edición de la misma coordina a la perfección.
Finalmente, para quienes quieran incursionar en este género, sepan que en este rubro hay de todo: óperas cómicas, breves, larguísimas, cantadas y habladas, con ballet y sin él, dramáticas, épicas, aburridas, antiguas, modernas, muy modernas, clásicas, raras, muy raras, italianas, alemanas, francesas, rusas, también argentinas...
A propósito, ¿sabían que la canción Aurora que cantamos a la bandera en la escuela es una aria de la ópera argentina del mismo nombre? ¿y que una de las marchas nupciales que se usan es de la ópera Tanhäusser de Wagner? Sí... hay muchas cosas curiosas acerca de las óperas... como que también se pueden comer... en formato de obleas.
(*) Además de nombres de galletitas, son nombres de óperas famosas.
(Las ilustraciones pertenecen a las óperas Simón Bocanegra, Pasifal y Orfeo y Eurídice)
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