martes, 9 de junio de 2009

Las callecitas de Buenos Aires tienen ese no sé qué...

Es improbable... casi imposible... no recuerdo haberlo visto en las ciudades que he visitado... No tiene explicación racional. Si se lo mira con ojos objetivos y tratando de analizarlo con calma uno está tentado a llegar a una sola conclusión: individuos de esta naturaleza sólo pueden estar condenados a vivir en esta caótica sociedad argentina, dicho de otro modo, estamos así porque así somos. Voy al grano. Traten de responder haciendo de cuenta que no son argentinos y que no viven en este país: ¿Hay algo de racional en tocarle bocina a un semáforo en rojo? ¿Se puede lograr algún efecto positivo, constructivo, llegar a una solución -aún esperando un resultado completamente egoísta-, con el sólo hecho de tocarle bocina a un semáforo en rojo y a la hilera de autos esperando para avanzar? Yo no lo entiendo. Bah... en realidad, no pretendo hacerlo, no me interesa. Lo único que quiero es vivir tranquilo en mi casa. Resulta que desde que a Macri se le ocurrió el curro del arreglo de veredas y ochavas, en mi barrio no se puede vivir tranquilo y tampoco se puede circular por ninguna calle con fluidez. Como de costumbre, todos los trabajos se inician y luego quedan por la mitad... ¡no se necesitan 3 meses para arreglar un pavimento y cuatro esquinas! Y así estamos en mi barrio: de cada 10 esquinas, 4 están bloqueadas. Y yo tengo la mala suerte de vivir en la calle libre, por donde todos los autos quieren pasar. Lo que no hay derecho es a no dejar vivir en paz. Porque además no es un toque a la bocina para descargarse un poco, sino que se prenden a la misma y no la sueltan... ¿No se dan cuenta que hasta que el semáforo no se ponga en verde no podrán avanzar aunque sigan tocando bocina? Es tan insoportable, que aunque me da miedo el sólo hecho de pensarlo, estaría dispuesto a salir a la esquina -en un momento de silencio, claro- con un buen megáfono y gritar a los cuatro puntos cardinales: ¡Volvé De la Rúa! ¡Volvé a ser intendente de Buenos Aires! ¡Fuiste el único que no reparó un solo bache de la ciudad ni aún en los meses previos a las elecciones! ¡Volvé, te perdonamos! .

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